¡Qué me traten por mi nombre, música para mis oídos!

¡Que me traten por mi nombre, música para mis oídos!

“Buenos días Sr. Ernesto.” Saludaba Yo a una persona que veía por primera vez en mi vida en un hotel en la Ciudad de México. Mi hijo me preguntó: “Papá, ¿Cómo es que sabes su nombre?”.  Mi respuesta simplemente fue: ¿Pudiste ver la sonrisa en su rostro?    -Si, Papá-

Nuestro nombre nos conecta con lo más básico que tenemos, con nuestro origen, nuestras raíces, con lo que somos, de donde venimos. Probablemente nuestro nombre fue escogido entre muchos, o no, pero de seguro que tiene alguna historia. También es muy probable que cuando alguien utilice nuestros dos nombres, inmediatamente recordaremos el momento en el que hicimos alguna travesura y de allí conectaremos con nuestra infancia.

No es lo mismo que nos traten con nuestro apellido, que con nuestro nombre de pila. Nuestro nombre nos diferencia del resto de la Familia y nos da nuestra propia marca. La marca con la que nos identificamos y a la que somos fieles.

Para los líderes es fundamental que la comunicación con nuestros colaboradores y en general en nuestra interacción con los demás, que sea a través del uso del nombre, con esto, lograremos establecer ese puente emocional que contribuirá de sobremanera con el vínculo vital en las relaciones humanas.

Los métodos para recordar los nombres son muchos, yo particularmente utilizo la asociación del nombre con algo conocido, un familiar, amigo, personaje de la TV, una novela, entre otros. Pero… Lo importante no es como recordarlo. ¡Es recordarlo!

¿Cómo es su nombre? pregunté; ¿ y por qué me lo pregunta? me respondió. Así comenzó la conversación con Ángel, un chaval que limpiaba las oficinas en un edificio donde trabajé. Ángel me confesó que jamás a nadie le había importado su nombre y que menos se lo habían preguntado. Fue mágico cuando nos pudimos ver a los ojos. Era un ser humano en una oficina, con muchas cosas que decir y con la necesidad de ser escuchado. A Ángel nadie lo había reconocido, era tan sólo el “chico de la limpieza”. Desde allí en adelante, Ángel cobró vida.

¡Practiquen el uso del nombre y prueben su magia! Como poco, podrán tener la oportunidad de conocer la dimensión humana de la persona que está frente a ustedes.

Hijo, respondiendo a tu pregunta: “Sólo me tomé el tiempo de ver la plaquita que llevaba en su pecho, allí está escrito su nombre”

¡Si te importa, llámalo por su nombre!

 

Juan Alberto Seijas Arteaga

Coach Ontológico

Más de 30 años de experiencia en empresas de consumo masivo y de servicios.

Orientado al cliente y a las personas, a la mejora continua, a la creación de valor y a los resultados.

Amante de la Naturaleza y de la Familia.

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